Hay
un pulso infinito que me abarca generosamente. Hay una fuerza ingente, que me
revive de la agon�a. Hay una dicha inmanente en todos los que son mis d�as.
Est� la fuerza de tu caricia, la que me recupera de mis cenizas. Est� presente
en todos los lugares de armon�a, el matiz enso�ado de tu c�lido recuerdo. Y
hay un entuerto escondido, en la pena de mi desdicha. Pero a pesar de todo est�
tu existencia, que no ha sido nunca mal vista, la que se proclama como reina
soberana de todas mis alegr�as. Y es esa existencia, en casi ind�mita
resplandecencia, la que me eleva de mis ca�das, infinidad de veces y generando
infinidad de bienvenidas